Abro los
ojos antes de que suene el despertador. Muevo la mano para apagarlo y
lo que debería haber sido un segundo me lleva varios minutos. Hoy la
fibromialgia ha decidido llamar con fuerza a la puerta.
Te miro.
Estás profundamente dormido, boca arriba y con los brazos
levantados. Sonrío y pienso en lo gratificante que es empezar el día
junto a ti, a la persona, a “mi persona”.
Pongo la
maquinaria del cuerpo a funcionar lo más rápido posible. No quiero
que me veas así porque sé el dolor que te produce y leo la
impotencia en tus ojos.
Mientras
preparo el café, empiezo a sentir la sangre moverse y a recuperar la
sensibilidad y el equilibrio mientras el dolor disminuye. Puede que
no acabe siendo un mal día a pesar de todo.
Sentada
frente a la pantalla del ordenador, doy el primer sorbo al café,
junto con la primera pastilla. Pienso en la vida y en lo placentero
que resulta dejar que el café se deslice por la garganta.
Es una
buena vida. Llevo una buena vida. Tú eres el motor que me hace
superar obstáculos, dolores y depresiones. Eres la persona de la que
me siento orgullosa, con la que quiero compartir el resto de mi vida
y que me hace sentir plena y feliz en cada abrazo, en cada beso... en
cada mirada.
Tercer
sorbo, segunda pastilla. Pienso en mis hijos.
En esa niña
que se ha hecho mujer y quiere volar. Inteligente, juiciosa,
consecuente con sus ideas, sé que está preparada para ello. Aún
así, no puedo evitar una punzada en el corazón, mezcla de miedo y
pena.
Me alivia
pensar que si las cosas no van como ella desea, tendrá esa red que
entre todos hemos ido creando, de forma lenta y meticulosa, que es la
familia.
Se me escapa
una sonrisa mientras visualizo a ese niño con barba que disfruta
tanto con un balón como con una moto. Vive en una cuerda floja donde
le cuesta mantener el equilibrio entre el niño que fue y el hombre
que será. Noble y sensible, sé que le llevará más tiempo que a su
hermana, mover las las alas y saltar. El día que lo haga... se
terminará esa etapa en la que fueron “míos”... y vuelvo a
sentir otra punzada en el corazón.
Casi
estoy terminando el café y busco sin éxito alguna pastilla más.
No lo
recordaba. Ya sólo son dos pastillas por la mañana. La vida es
bella. La vida es buena. Traiga lo que traiga la vida, seguiré
cerrando los ojos y repasando todo lo bueno que me ha dado y
saborearé todo lo bueno que esté por venir.
¿Sabes
por qué estoy tan segura de hacerlo? Porque estas tú. Porque están
ellas. Porque están ellos. Porque ahí os tengo a todos.