Deseo
que cuando busques una amiga, me encuentres a mí.
Ser “tu persona” en la
misma medida que tú eres “mi persona. Que tengas claro que estaré
ahí siempre que lo necesites y que apoyarse en un hombro amigo no es
un síntoma de debilidad. Rascar tu espalda, quitar esa mancha de
chocolate de tu boca, pasear a tu lado, cantar contigo o simplemente
acompañar tu silencio con el mío.
Deseo
que cuando busques una compañera, me encuentres a mí.
Mis
oídos, mis ojos, mis manos tuyos son. Mis pensamientos divagan en
primera persona del plural y tu dolor o alegría, nuestros son. Que
en este recorrido seamos capaces de levantar y retirar las piedras y
que al sentarnos al borde de cualquier acantilado, sean cuatro los
ojos que contemplen el atardecer.
Deseo
que cuando busques una amante, me encuentres a mí.
Regalarte
caricias, sentir tu piel contra la mía y dejar volar nuestra
imaginación. Recorrer tu cuerpo con los dedos, con los labios, con
la mente... Besarte como nunca te han besado, abrazarte como nunca te
han abrazado. Suspirar, reír y amar sin límites ni reglas mientras
nos miramos a los ojos y hacemos de la comunión algo tan sagrado e
íntimo que nada ni nadie más cabe.
Deseo
que cuando busques una cómplice, me encuentres a mí.
Ser
la confidente de tus secretos y el recipiente donde deposites sueños
y sentimientos. Ofrecerte mi oído cuando piensas en voz alta o
recoger tus lágrimas cuando deseas llorar. Abrir los brazos cuando
corres a mi encuentro y calentar tu corazón entre las manos.
Deseo
que cuando busques sentirte vivo, me beses en los labios y me tomes
de la mano para disfrutar de las vistas (allá en la cima, allá en
los valles, allá en el mar, allá en los ríos) mientras hacemos
camino y me hago tuya, más aún si cabe, en cada paso de esta vida
que no es tuya ni mía... es nuestra.
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